Yoandy Cabrera
La sinopsis que sigue, más que de una ópera, parece sacada de un periódico de esta misma semana. Una mujer enamorada tiene que decidir entre confesar ante el jefe de la policía dónde se refugia un fugitivo preso político o guardar el secreto de su amado, que es quien decidió ayudar al fugitivo en cuestión. Pero su amado está siendo torturado mientras ella tiene que escoger entre la confesión y el silencio. Si habla, dejan de torturar a su pareja, si calla, seguirán sometiéndolo a abusos. Ella puede hablar y salvar a su amado, aunque condene de ese modo al prófugo preso político y aunque traicione, además, la confianza de su pareja. También puede conseguir la salida del país si coopera con la policía. Pero en este caso no se trata de una policía que persigue el orden y la justicia, sino de una corrupta y tiránica. Ello implica abuso, amenazas, acoso sexual, manipulación… Esta situación, que es una parte esencial del argumento de la ópera Tosca (1900) de Giacomo Puccini (1858-1924), es el dilema que han enfrentado y enfrentan muchas mujeres en países de gobiernos despóticos y dictatoriales de todos los tiempos.
A dicho panorama, los libretistas Luigi Illica y Giuseppe Giacosa (a partir de La Tosca de Victorien Sardou) agregan que, en el caso de la mujer, se trata de una cantante y, en el caso del amado, de un pintor. La pieza mezcla, entonces, arte, religión y política. Fue, de hecho, todo un escándalo en su época por su contenido anticlerical. El pintor, mientras termina una de sus obras dentro de la Iglesia de Sant’Andrea della Valle (en la que transcurre el primer acto), decide ayudar a su viejo amigo que había escapado de la prisión y estaba escondido en la iglesia.
Con respecto al género de los personajes, llama la atención que en esta obra haya una sola figura femenina enfrentándose a los abusos de un sistema en que ella es objeto de deseo y de constantes chantajes y abusos. La mujer, de hecho, aparece primero a través de la pintura. Por eso mismo también, por su vulnerabilidad y a la vez por su fuerza, Liria Tosca es sin dudas uno de los referentes femeninos más atractivos e impetuosos del repertorio operístico. La heroína de Puccini (esta vez en manos de la soprano estadounidense Michelle Bradley, que con esta su primera interpretación de Tosca hace también su debut en la Ópera de Chicago) usa la voz con todo su ímpetu en los momentos de sorpresa y emoción. Por otra parte, en el aria “Vissi d’arte” la interpretación de Bradley fue al mismo tiempo profunda, febril, pero también contenida.
Uno de los temas fundamentales de la pieza es la tensa relación entre arte, religión y política. Mario Cavaradossi (interpretado magistralmente por el tenor estadounidense Rusell Thomas) está pintando en la iglesia un cuadro de María Magdalena. Para inspirarse, el artista toma rasgos tanto de la Marchesa Attavanti (personaje referido, hermana del preso político) como de su adorada Floria Tosca. La santa es, por tanto, una fusión de bellezas terrenales y tangibles que el pintor conoce y admira en su cotidianidad. La iglesia, además del lugar en el que el prófugo Angelotti (interpretado por el bajo estadounidense Rivers Hawkins) se esconde de la policía, es también el espacio en que Tosca y Cavaradossi se encuentran, se muestran su amor, discuten por celos y planifican su próximo encuentro erótico. Pero el pintor tomará un riesgo mayor al decidir llevar para su villa al fugitivo. La vida de los amantes entrará, entonces, en la vorágine de la política de una Roma convulsa y gobernada despóticamente.
La misma Tosca es una reconocida cantante de ópera. El jefe de la policía, Scarpia (interpretado por el barítono argentino Fabián Veloz, quien logra reflejar toda la sordidez, repugnancia y corrupción de este personaje con su memorable actuación) desea atrapar al preso político en fuga y conseguir tener a Tosca para él. Precisamente, el segundo acto de la pieza se desarrolla en el apartamento de Scarpia en el Palazzo Farnese. Es en ese sitio donde todos los abusos de poder tienen lugar: tanto la tortura a Cavaradossi como los intentos y chantajes sexuales de Scarpia hacia Tosca. Esta, sin poder aguantar que sigan torturando a su amado, revela el lugar en que se esconde Angelotti para salvar la vida del pintor. Poco después, la cantante accederá de mala gana a entregarse a los deseos de Scarpia, pero cuando llega el momento de complacerlo lo apuñala y lo deja muerto en el suelo. Es entonces que el personaje, irónicamente, le dice al corrupto jefe de policía que ha terminado siendo asesinado por una mujer. Este es posiblemente el momento más poderoso de la obra, el más liberador para el personaje femenino, en el que termina con el hombre ante el cual, comon ella misma reconoce, temblaba toda Roma.
Uno de esos pasajes en que la tensión entre arte, política y religión se siente con más fuerza en la obra es cuando Cavaradossi dice que ayudará a Angelotti porque sabe lo corrupto que es Scarpia y cómo usa la religión para alimentar su lujuria:
Scarpia? Bigotto satiro che affina
colle devote pratiche la foia
liber tina e strumento
al lascivo talento
fa il confessore e il boia!
La vita mi costasse, vi salverò!
Ma indugiar fino a notte è mal sicuro.
También el arte, a diferencia de la tiranía absoluta de Scarpia y del respaldo que parece tener de la iglesia, se muestra en la obra como la suma de todas las bellezas posibles, tal y como lo deja entender Cavaradossi al decirle a Tosca que “l’arte nel suo mistero le diverse bellezze insiem confonde”. Pero la denuncia y el ruego más fuertes hacia la divinidad son los de Tosca al entonar “Vissi d’arte”, su única aria en toda la ópera, que presenta la vida dedicada al arte como un modo amable y pacífico de la existencia humana, vivida para uno y para los demás, mientras la cantante se queja de todas las vicisitudes que vive sin creer merecerlas. Los protagonistas no dejan de ser gente común, dos artistas en este caso, que desean llevar una vida juntos y en paz, lo cual se ve interrumpido por el abuso de poder de Scarpia:
Vissi d’arte, vissi d’amore,
non feci mai male ad anima viva!
Con man furtiva
quante miserie conobbi, aiutai.
Sempre con fé sincera,
la mia preghiera
ai santi tabernacoli sali.
Sempre con fé sincera
diedi fiori agli altar.
Nell’ora del dolore perché,
perché, Signore, perché
me ne rimuneri cosi?
Diedi gioielli
della Madonna al manto,
e diedi il canto agli astri,
al ciel, che ne ridean più belli.
Nell’ora del dolore perché,
perché, Signor,
perché me ne rimuneri cosi?
A pesar de que en toda la ópera Cavaradossi tiene solo dos arias y Tosca una y de que los duetos entre ellos son fragmentarios, uno tiene la sensación de continuidad e interconexión durante los tres actos y las casi tres horas de la puesta. Y esto se debe no solo al argumento en sí y a cómo los elementos dramáticos se relacionan dentro de la historia, sino también gracias al tejido armónico, a cómo ciertas zonas melódicas de los primeros actos, por ejemplo, preludian la última aria de Cavaradossi (E lucevan le stelle). Argumental y musicalmente, la obra se muestra como una especie de detallado mosaico de interconexiones y contrastes.
Tosca fue estrenada en el Teatro Costanzi de Roma el 14 de enero de 1900. Más de cien años después de haber sido compuesta por Puccini, esta obra sigue siendo un hermoso y triste manifiesto artístico. También, como Tosca, muchos de nosotros, junto a muchos de los que amamos y nos importan estamos todo el tiempo temiendo por las represalias del tirano de turno, de las dictaduras de hoy. Sabemos con certeza que no es para nada difícil terminar en una cárcel por razones políticas en muchos países como Nicaragua, Cuba, Rusia y Venezuela. Se vigila y persigue a los ciudadanos por decidir alzar la voz y exigir derechos básicos, por oponerse al abuso de poder, por denunciar el caos en que se vive. La convulsa Roma de Scarpia parece renacer con fuerza en nuestros días. Como Tosca y Cavaradossi, estamos todo el tiempo moviéndonos entre la belleza y el abismo, entre el amor y la muerte, entre el arte y la tiranía. Por todos esos presos políticos, por todos los que tienen que negociar una salida de sus países con gobiernos despóticos para evitar males peores, por nuestras familias y por los que amamos, esperemos tener un final menos oscuro que el de estos amantes.
Louisa Muller, directora de esta puesta para la Ópera de Chicago estrenada el 12 de marzo de 2022, reconoce en el programa de mano que hay algo en Tosca que hace que uno vuelva a ella, y es la esperanza, a pesar de conocerse el desenlace, de que los personajes se salven. Esa inocencia de Tosca de creer en un ser tan traicionero y oscuro como Scarpia nos salva y a la vez nos condena. Uno desea que, de algún modo (confiesa la directora), los personajes salgan de la situación amenazante que los envuelve y se salven. Quizá es porque se trata más bien de lo que seguimos esperando para nosotros mismos. Queremos que la fe de Tosca sea la nuestra, y que esta vez todo no termine en el techo del Castel Sant’Angelo.