“Islas Gilbert”, un poema de Delfín Prats

Nota introductoria

Yoandy Cabrera

Hace meses, Delfín Prats y yo nos hemos intercambiado correos sobre el poema que hoy presento al lector de nuestra revista. La primera vez que me lo dio a revisar fue en septiembre de 2019, hace ya un año y 4 meses. De entonces a acá, el autor le ha dado taller al texto. En uno de sus últimos mensajes, el 13 de enero de 2021, me explica que “al poema lo he estado revisando constantemente, ya no es el mismo”. Recordando esas palabras suyas voy entonces al impreso que tengo anotado de la primera versión de septiembre de 2019 y lo comparo, verso a verso, con la que me envía hoy, 14 de enero de 2021. Efectivamente, el poema ha ido ganando en concisión, en precisión expresiva, sin anular, eso sí, la libertad caótica y volcánica propia de su escritura. La frase se ajusta sin perder dinamismo. Es “la maravilla del bosque rotundo”, la “noche anclada”, las “unísonas selvas” llevadas a la sintaxis y el pensamiento. Porque una de las obsesiones del poeta ha sido, desde 1968 con Lenguaje de mudos, tender al silencio, confundir su discurso con los elementos naturales, hacer del fuego, el agua, el aire, la tierra, el Eros elementos todos intercambiables por muchas de sus líneas. El logos hecho physis, y viceversa.

El autor de un lugar llamado “humanidad” nos regala otro espacio de enunciación y posibilidades: las Islas Gilbert. Del Kolia mencionado en su primer poemario de 1968 a este Gilbert plural (cuerpo hecho islas), la poesía de Delfín da testimonio del músculo de Eros como espacio, de la naturaleza como cuerpo habitado. Pero si en 1968 el poeta enunciaba un locus amoenus que dejaba a un lado casi todas las preocupaciones, en este nuevo texto comienza con “el descreer”. Negación, en principio, del deseo, cuando su poética en general ha ido siempre a favor de la pujanza de lo erótico como fuerza cósmica y creadora. No obstante, tampoco en este poema se impone la pesadumbre. El poeta asume las contradicciones, los contratiempos, es consciente de “la infame conjura” y de todo aquello que le impide alcanzar el cuerpo de estas islas fabuladas. Hay un continuo forcejeo entre la sangre o la violencia circundante con la violencia fértil del Eros a la que tiende el poeta. Todo ello no le impide imaginar, sin embargo, el cuerpo del deseo en continua pulsión entre las aguas, las remotas islas soñadas, un entorno casi aborigen como otro espacio natural y poético a la vez, que sofoca, rebaja o alivia las aflicciones diarias, aunque no las anule del todo.

Se reconoce en estos versos al poeta de los rocks de El esplendor y el caos (1991), abierto al lenguaje y su infinita capacidad de asociación metafórica, a una libertad retórica que intimida. Se descubre en él el cansancio del hombre moderno fundido al cansancio clásico del pensamiento y el mito, porque la acción mítica, el brazo que asalta, desde Hesíodo a Delfín, asumen a la vez lo sorpresivo y la desesperanza, la promesa de las islas y la frustración, aquello que Lezama llamó “mito y cansancio clásico”. En medio de semejante panorama, el propósito es “exaltar una vida desastrosa y llevarla a la condición de epos” y tender “al esplendor del Tao. Aunque en “humanidad” el espacio idealizado parecía estar al alcance, ahí mismo en el verso, por su parte en “Islas Gilbert” el autor, habitante de un archipiélago, lanza no obstante su verso hacia otras islas remotas, cuyo nombre incluso parece en otro idioma; hacia otras islas en las que la posibilidad de fabulación alivie la tensión “ante las razias y los guetos”. El momento del poema en que estas islas se vuelven tangibles es, nuevamente, cuando el yo lírico habla a un tú que encarna al Eros, a ese “animal extraño” que lo acompaña desde siempre. Gilbert no es solo un conjunto de islas, sino también el cuerpo posible y polítropo en que el metaforismo, la naturaleza, el pensamiento, el exilio, la memoria, el deseo, la libertad y el silencio se conjugan. Islas Gilbert pasa de lo insular y geográfico a una somatización del Eros y el lenguaje. Otra vez, surge “del mismo cuerpo el esplendor y el caos”.

Nota: El volumen Obra poética de Delfín Prats (Hypermedia, 2013) puede descargarse gratuitamente en INCUBADORA.

Islas Gilbert

Delfín Prats

I

Islas Gilbert: el descreer
O mejor: el no surgir el deseo de amamantar 
Ídolo además del pueril silencio
Y el labio está yendo por los dos frutos maduros en sazón
Estupefacto ante la maravilla del bosque rotundo que ya se adentra en la
noche  anclada
Y eros acecha desde las trampas suyas y busca pieles que sean 
Tambores en el éxtasis  —tahitianas o maoríes—
eros  jazz  eros cópula —garito—
Ah que  escapes círculo de fuego a tu condición de gruta
Ah que rehúyas el delicado tacto de un dígito hambriento
Ah el discurrir de las horas que reconocemos como días 
La hora del luto al revés cuando aparentamos abrirnos al jubileo 
Cuando en el interior las cosas lloran convenciones   pleonasmos
Y la fenomenología del espíritu equivale a la miseria de lo material
Y la cosa en sí vergonzosa se aleja de su condición de árbol cortado
Qué cerca y descubierto el olor si las aletas de la nariz lo buscan
Para prorrumpir en un ay que es sofocado por  músicas
De unísonas selvas ardiendo quemándose preñando de humo el planeta
Ah exaltar una vida desastrosa y llevarla a la condición de epos
Sólo cuando alejamos el objeto del deseo es que punza
En el momento del goce no está la frustración por haber perdido la lotería
Ni la fatiga por el bolero ya interpretado 
ni los ruinosos pormenores que usamos para describir los sistemas 
abstrusos bañados por la duda rebanados y poco afines a una discrepancia.

II

Sustracción del círculo de fuego
A la embestida oral
Endurecimiento del tronco de ébano
—alzado sobre frutos maduros en sazón
Al  roce de labios en desembocaduras de ríos
Si se quiere—
O de ecos suaves de voz por la eclosión de  géiseres
Que dan paso en las cavidades al canto órfico
Y al esplendor del Tao
Nada como un cuerpo que resguarda sus olores
Para una madrugada donde se adormecería el asaltante
De llegada calma hasta la puerta que guarda hiena o viejo buitre hembra
Prohibición de tocar el círculo de fuego
Perro de llamas y maldito el ejecutante del rito
De enviar la carta en porcelana que ya debe ser desterrada
Pero la miseria, caballo, cabildo de la noche cuando apetece 
El águila  por poseer archipiélagos en los mares del sur.

III

Cruzarse de brazos
Y saber que la mañana va subiendo
Pulen los maderos que piden una tregua
Para solucionar ese otro dilema grandioso
Y que voy cayendo en la apatía
Cruzarse de brazos y oler la infame conjura
Que anidó en los garitos y guetos, en las cremalleras
de sicarios
Y cuarteles sombríos pusieron la metáfora de Armagedón
A pedirse la boca de los presuntos sabios  
Dejarle el tiempo la eternidad a Diego y sus lectores
Mientras la anécdota escarcha en bares de sospechosa estirpe
Y uno respira lúbricas reminiscencias de Platón
Y toca sombrías visiones de Miguel Ángel 
Pude haber sido Abraham para una humanidad de pacotilla
Creerse eso es una sega mental y veo las tuyas como una refutación 
del  porvenir
Todos esos corpúsculos que pierdes diariamente
Generarían la gran selva y fecundarían a mujeres estrellas.
Ni griego ni judío: añoro los abedules de mi  juventud
Y me vuelvo de espaldas ante las razias y los guetos.
No soy hijo de oshun, dios lo hubiera querido
Y cuando digo dios lo que intento es clamar por el corazón 
de las multitudes     exaltadas 
en plazas de fantasía:
Lo que late bajo la escarcha, justo el gas metano
Seduce la belleza pero hay que saber trasmutar el cieno
Si  de una filosofía cualquiera esperamos respuesta.
Te cito: echo una carta al correo sobre la  filosofía
Te acompaño siempre mientras echas una carta al correo 
Hacia la metafísica y se rompe en el espejo la imagen de Platón. 

IV

Duermes y yo escribo, se dijo
Pero qué duerme en ti  ¿qué eres?: huésped
De un doble ruin pero hermoso en demasía
Que me sale al paso cuando robo la contemplación
Tallado en la madera más oscura 
Con rasgos más duros y viriles
Y no transige la solventada esfinge
El ventarrón en el círculo cerrado al dígito central
Cuando va a amanecer en un todos los días
Carajo la pipa ardió y el cañaveral afín a sicarios
Ola bruñida al gran tacto corta duración: un no
Otro no cerca la ardiente selva y las astillas
Bueno es el jazz para estos menesteres
De contemplarte embutido en mañanas y en esta mañana
actual que de alguna manera
se reconforta  en las persianas de madera de baja calidad
Si pudiera aventajarte: pero ¡qué va!
solo puedo desde aquí ver incendiarse una y otra vez 
la selva y acallo el recelo mudo porque un pez precipita
Un pez esculpe
Un pez dormita
Un pez nutre
Rumiante y jovencito, castrador: 
los frutos gemelos del verraco ya están afuera 
Lo he presenciado: estaba allí cuando esa operación se produjo
Se jodió el animal: ya no tendrá oportunidad de una comunión con la Luz
esencial
Y el castrador levanta el brazo con cuchillo chorreando sangre
Si se lo hicieran a él, pensaba en mi convalecencia
Y arden los alrededores: no, conforme los minutos se alargan  
Larvada la noche cómplice pudiera exasperarse
En el indetenible viaje al no ser durante largas jornadas de sueño
Los rasgos de una bestia fina emergen al exterior de una cara obviamente 
Satisfactoria para ser lo que eres: émulo de un doncel de baratijas
Pero afuera lo real está esplendiendo o degradándose. Mejor si se degrada, ¿no?
He estado respirando árboles de la noche que subastan su verde en lo que fuera
río,
Y hombres oscuros sin canoa bogando cuando ya ha amanecido
Qué me ofrecen si todavía hay una oportunidad muchachos de ancestros
oscuros
Y la náusea va como paloma como torbellino
Yo quise que la mañana se festejara por sí misma
Bolero-son nunca el cántico que en las despedidas iglesias
va a no ser más que una tertulia de sonámbulos
Hubiera sido lindo conocerse en la infancia
Un abedul dándonos sombra qué nombre te hubieran dado 
Allí estaba el camino de todo
Anfiteatro hacia la sequedad o mejor hacia el no decir
Hay un sintagma aberrante que te revierte al lodo de las primeras especies
Y yo amo islas: los atolones Gilbert
Mi pecho ha sido proa hacia las islas náufragas
Y a través de mi mano los que las evocaron
Cómo me hubiera gustado sorber de niño el amanecer en Kiribati
Ahora vamos hacia este menú del mediodía en día nublado
Qué lejos de ti y el Doble la idea de un país y sus diásporas 
La perfectibilidad de tu vecino en Fiji o en Samoa
Qué lejos de mis preocupaciones de la mañana la cosa en sí y la fenomenología del espíritu
Sería  entonces el buscador de cayajabos, pero pesa mucho la paloma de vida trunca.
Y pesa mucho el pan recortado, la suciedad que mancilla la idea
Quisiera un rompeolas: todo en este universo vale poco
Es la legitimación de una catástrofe  intentar la poesía
Y el poema no puede nacer del hecho de que estés desnudo.
El poema se escribirá por sí solo, mientras te exilias en el sueño.

One thought on ““Islas Gilbert”, un poema de Delfín Prats

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