León De la Hoz
Estados Unidos ha anunciado las nuevas medidas contra Cuba que se derivan de la aplicación a partir de mayo de la “Ley Helms-Burton” (1996). Aunque esta ley afecta directamente a Cuba, en realidad esta vez no es contra Cuba o no lo es únicamente contra la isla, sino también contra los tres sobrevivientes de la Guerra Fría en el hemisferio, que han convertido la Guerra Fría en una manera de hacer política y un modo de vida de sus regímenes. Cuba, Venezuela y Nicaragua, a pesar de que se diferencian por las rutas en que sus gobiernos llegaron al poder y cómo lo administran, los tres han convertido sus procesos nacionalistas revolucionarios en dictaduras de izquierda más o menos ortodoxas a un alto coste de sufrimiento para sus pueblos. Cuba, Venezuela y Nicaragua no son un triángulo, sino una ecuación en la que Cuba constituye la constante para la resolución de un conflicto. Es una ecuación marcada por las incógnitas, de modo que es harto difícil pensar en esta ecuación si no es por vía de la especulación política, el mejor método para pensar una situación política.
Al contrario de las opiniones historicistas, ideológicas, moralistas y emocionales, que naturalmente afloran ante una ley controvertida en su fundamento y aplicación, además de controversial por sus consecuencias, desde el punto de vista político puede ser de un interés inédito aunque sólo se lograra parte de los resultados esperados, si bien, por otro lado, una verdadera negociación lo que siempre espera es una parte y no el todo, con ello quiero decir que la aplicación de esta ley en las actuales circunstancias solo se justifica para presionar a las partes junto a las medidas ya impuestas a Nicaragua y Venezuela y alcanzar determinados objetivos por la senda de la negociación. A primera vista puede parecer que Estados Unidos está repitiendo una fórmula sin éxito que no tuvo los resultados esperados con Cuba, si la falta de imaginación ha sido una constante de la política norteamericana condicionada por los grupos de presión cubanos, esta vez puede ser diferente. Hay varios factores que hacen que sea otra la relación de las medidas con los objetivos que se persiguen, y en consecuencia puede ser apresurado trasladar los resultados pasados con los que se pudieran dar en la actualidad. La forma en que se relaciona cualquier medida con su objeto es fundamental para el éxito que se persigue, y en este caso es casi recíproca. Veamos brevemente porqué la ley que antes podía leerse como anacrónica, cruel, sin fundamento, parcializada y en ocasiones irrealizable puede leerse esta vez de otra manera:
Primero: Las condiciones sociales, económicas y políticas de Cuba no son las mismas. En 1996 cuando se aprueba la ley, Cuba había pasado lo peor de la crisis generada por la caída del apoyo de la Unión Soviética (1991). Dicha Ley tenía el objetivo de precipitar la caída del régimen, sin embargo, entonces la credibilidad y adhesión de la Revolución todavía alcanzaba cuotas importantes que incluso fue fortalecida por la externalización de las causas de la crisis, además el discurso de la resistencia había cancelado todo tipo de discrepancia mediante el proceso contra Ochoa y La Guardia (1989) que acabó en el fusilamiento del cual se cumplen 30 años, justo antes del inicio del “periodo especial”. La aplicación actual de la Ley reactiva una situación que pudiera ser similar a la que vivió la isla durante el periodo crítico que llamaron “periodo especial” y que duró aproximadamente diez años, según se quiera ver. Esa reactivación se produce en un contexto nuevo donde prevalecen una serie de factores que modifican el escenario de entonces, por ejemplo, las nuevas generaciones que adolecen del pecado original de no ser auténticamente revolucionarios, como diría el Che acerca de los intelectuales, han llegado a la mayoría edad, el pragmatismo de la sociedad ha superado el idealismo de la Revolución, la política de los enemigos, el descrédito de las políticas del sacrificio, la distancia cada vez mayor entre el discurso y los hechos, la separación ostentosa entre una clase político-militar y una mayoría del pueblo, son algunas de las variables que no estaban presentes con tanta fuerza en aquellos años.
Segundo: No son iguales los actores sociales sobre los que pudieran recaer las consecuencias de las medidas. La sociedad no es la misma y se ha vuelto más reactiva, a pesar de que el gobierno ha logrado reequilibrar la temperatura del país con una nueva política migratoria que expulsa del país a potenciales elementos desequilibrantes, que al mismo tiempo le sirven para inyectar liquidez directamente a la población y ayudar a sostener la pequeña empresa privada tolerada. Esos actores sociales y económicos de la economía doméstica se verían gravemente afectados al perder algo que han tenido después del restablecimiento de las relaciones por Obama y los beneficios que produjo, introduciendo en el imaginario popular un elemento que contradecía la doctrina de la supervivencia. Dicho restablecimiento de relaciones (2015) generó un cambio de percepción que hizo ver que las relaciones con el enemigo tradicional no eran tan malas como quería hacer creer la política del régimen cubano, y en política tiene más valor lo que se pierde que lo que se promete. Esa población podría hacer responsable de la pérdida de sus beneficios al Gobierno que persiste en su política de sufrimiento del pueblo y suicidio de la sociedad, sin poder ofrecer una alternativa, y abandonar el cómodo colchón de la doble moral con la que se reparten las responsabilidades y beneficios en la sociedad para ejercer una presión incómoda hacia las instituciones.
Tercero: Tampoco son los mismos actores políticos, si bien los actuales se sostienen todavía con el viejo discurso de la patria, los enemigos, la guerra y la soberanía con el cual los fundadores de la Revolución conformaron una ideología de la identidad, hoy día no sólo el discurso ha perdido vigencia, sino que los actores no son sus creadores y eso condiciona la actitud frente a este discurso. Además, por esa misma razón esos actores políticos se hallan condicionados por una serie de intereses subjetivos y de poder diferentes a aquellos que tuvieron que tomar decisiones para enfrentar la política de embargo de los Estados Unidos. A pesar del discurso numantino que caracterizó a la Revolución en vida de su líder Fidel Castro, podemos decir que los cambios llevados a cabo desde la reforma de la constitución en 2002 y que luego terminaron de definir la derrota de la Revolución con el último referéndum que legitimó “otra Revolución”, conllevan a un proceso nuevo que contradice muchos de los presupuestos ideológicos y políticos fundacionales, que no hubieran sido posibles sin una mentalidad nueva de los actores políticos actuales frente a los mismo problemas, en los que se puede ver un interés particular por la supervivencia contra la inmolación. Nadie es mártir la víspera y esos nuevos actores políticos que están redefiniendo su propia existencia como poder, se verán obligados a hacer cuanto puedan para evitar un colapso en un plazo intermedio.
Cuarto: El endurecimiento de la política contra Cuba se produce en un momento en el cual Venezuela es la piedra en el zapato del presidente estadounidense Donald Trump para su reelección, y un obstáculo de la política regional de los Estados Unidos que se halla más cómoda con el regreso de la derecha al continente, después de que la izquierda bolivariana haya sido derrotada. El problema mayor que tiene actualmente ese Gobierno no es Cuba, ni Nicaragua, sino Venezuela, no obstante sin Cuba es difícil que el problema de Venezuela se pueda resolver por la vía pacífica, que es el mejor de los escenarios para todos. Todo el mundo sabe que una de las técnicas de negociación y la preferida de Trump es la de la fuerza, no hace falta ser buen observador, basta mirar el reality show que protagonizaba, su gestualidad, su comportamiento verbal y las negociaciones que ha sostenido internacionalmente para saber hasta dónde puede llegar, aunque no sea la técnica más elegante, ni la más eficaz en ámbitos diplomáticos. Es cierto que tampoco es el modo más apropiado para negociar con los cubanos y eso uno espera que lo tengan en cuenta. No sería inteligente por parte de la administración de Trump que, al mismo tiempo que toma estas medidas contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, no estuviera jugando sus bazas con otros países entre bambalinas para permitir la solución política para los líderes venezolanos y nicaragüenses, mediante una solución para la grave crisis de supervivencia que vive el gobierno cubano. La aplicación de la ley es contraproducente sin un mantel donde ocultar la mesa donde se juega. Detrás de las peroratas patrióticas de los políticos cubanos, seguramente habrá quienes estén esperando una salida, que sin humillar a nadie, resuelva aunque sea en parte el problema y así seguir su carrera por la supervivencia del poder.
Quinto: La aplicación de la ley no es un hecho aislado de la política exterior de los Estados Unidos, forma parte de una ideología de diferenciación y por tanto de la identidad, que trata de ganar protagonismo en el contexto de la pérdida de influencias en la nueva configuración económica y política de las grandes potencias, haciendo uso de la presión y la fuerza de una diplomacia dura, que se vuelve sospechosa, no confiable e incluso pierde espacio entre sus aliados tradicionales. Si no existiera la Ley Helms-Burton, la administración de Trump se habría inventado una herramienta con la cual hacer notar su capacidad y su fuerza frente a la creciente influencia de otras potencias en la región como Rusia y China.
Sexto: La configuración actual del exilio cubano en Florida y del votante permite que uno se pregunte si realmente Trump busca el voto cubano con estas medidas de presión. En las dos últimas elecciones se pudo comprobar que el votante de Florida que no sólo es cubano, sino también nicaragüense, dominicano y venezolano cada vez más, ya no es fundamentalmente de derechas o conservador como había sido tradicionalmente. De hecho se puede notar en las redes sociales un notable malestar porque ese presunto votante ve inadecuado que se castigue a sus familias para corregir al gobierno cubano. Las medidas pueden ser contrarias a los objetivos electoralistas de Trump, sin embargo pudieran ser positivas para el electorado de Florida y el país en general si logra resolver el problema de Venezuela sin poner en riesgo a los soldados estadounidenses. Dos objetivos que no son desdeñables en la ecuación que puede ayudar a resolver la aplicación de la Ley Helms-Burton. Lo que sí está claro es que el plazo ha de ser antes de las elecciones, cómo lo haga será determinante para las mismas. Aunque si atendemos al rastro que va dejando la presidencia estadounidense en la arena internacional, veremos que no sólo va sembrando malestares, sino también negociaciones inconclusas que nadie sabe cuándo pueden concluir.
Séptimo: No se puede pasar por alto, al margen de los escenarios políticos y de la inteligencia de sus actores, un problema moral que atañe a los cubanos y emana de estas medidas de coerción. Aunque la incidencia directa sobre la población ha sido amortiguada por la remesa de mil dólares que los exiliados podrán enviar a sus familias cada tres meses, una ayuda notablemente superior a lo que ofrece el Gobierno a la mayoría de sus empleados, habrá una merma del sostén de la Cuba de afuera a la Cuba de adentro, en gran parte de esos a los que el gobierno cubano ha convocado para ayudar a la supervivencia y que eufemísticamente llama “nostálgicos y orgullosos”. La pequeña empresa privada permitida sufrirá los efectos, pero también las empresas que sostienen a las familias cercanas al poder. No hay ninguna contradicción entre la actitud humanitaria y la actitud política del gobierno del presidente norteamericano. Es una ingenuidad supina pensar que hoy una política de “buenismo” vaya a acabar con el régimen cubano, posiblemente pudo haber sido antes de que el gobierno adaptara su discurso de la sobrevivencia. Tampoco el “malismo” lo hará y acabará recargando el discurso victimista del gobierno que justifica la represión y el sacrificio del pueblo. Yo me opuse a la aplicación de esa ley, radicalmente opuesta a lo que necesitaba la política de entonces que era enfriar y no calentar un escenario donde el gobierno tenía la ventaja con más de 8 millones de rehenes en una compleja trama psicológica, ideológica y de dependencia. Sin embargo hoy tiene la utilidad que trato de explicar aquí.
Mi amigo Marcos Soneira, buen poeta y mejor persona, se fue de Cuba en los 80 sin quererse ir y nunca más pudo regresar, estaba convencido de que el problema de Cuba se solucionaría si la aviación norteamericana nublaba el cielo de bombarderos que en vez de tirar bombas lanzaran pantalones Levis, y comidas en conservas. En esos años pudo ser una solución que debilitaría el discurso de barricada totalmente justificado por la hostilidad de los gobiernos estadounidenses y la necesidad de Cuba de fortalecer su política doméstica, incluso todavía hoy podría ser una posibilidad de ofrecer lo mismo, pero en el escenario de la solución del conflicto Cuba-Venezuela-Nicaragua que sobrevive a la Guerra Fría. El embargo, una medida más lesiva para los de a pie que para la nomenclatura, fue un error de los políticos del exilio con influencias en el Congreso y de los políticos norteamericanos que aprovecharon la carta blanca que se les ponía en las manos, sin embargo en las condiciones actuales puede ser una pieza clave para gestionar una situación difícil y sólo de forma coyuntural para los pueblos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Reitero el embargo como gestión y no como arma para vencer a un gobierno que ya ha dado muestras de saber sacrificar al pueblo por una idea, mientras se espera una rebelión interna que en Cuba no sólo es difícil que se produzca, sino también sencilla de sofocar.
Puede que la Ley Helms-Burton no haya sido una buena decisión, pero tal vez hoy pueda ser parte de una solución negociada e incruenta del principal problema que vive la región. No vendría mal hacer una nueva lectura de la misma en el contexto que hoy viven Cuba, Venezuela y Nicaragua. Como siempre el valor de la inteligencia no tiene precio, sobre todo en situaciones tan complejas y en las que la política y la politiquería pueden determinar la felicidad de las personas por encima de las ideologías, en definitiva, eso es lo más importante. El Gobierno cubano no lo ha hecho, puede ser que si pensaran en su propia felicidad se les pudiera ofrecer una salida para todos, que aunque no sea la ideal, por lo menos condicione el futuro de Cuba junto con el de Venezuela y Nicaragua. Seguramente la Ley Helms-Burton no es la solución para Cuba, pero quizás sea la herramienta para solucionar una ecuación a la que Cuba pertenece, si no fuera así puede que se esté volviendo al mismo error o incluso a algo peor porque la ingenuidad se convertiría en estupidez.