Dashel Hernández
En El Silmarillion de J. R. R. Tolkien, se narra la génesis del universo a partir de una gran música concebida por la deidad única Eru Ilúvatar e interpretada por los Ainur, criaturas angélicas nacidas de su pensamiento. Cuando Melkor, el Ainu más dotado, entreteje sus propios temas y pensamientos en la composición, la armonía se rompe y Eä, el universo visible, nace fracturado.
De profunda belleza literaria y con veladas referencias a la tradición esotérica occidental, el relato de Tolkien propone una cosmogonía que —más allá de intentar dilucidar el posible origen del mal— enfatiza el triunfo de la voluntad divina sobre el caos y la rotura: en las propias grietas de la creación se esconden las claves para su restauración.

Mixta sobre cartulina. 50×35 cm
Por más de veinte años, Jenny Hernández Carbó ha hurgado entre esas grietas buscando los reflejos de la luz primigenia y se ha detenido a escuchar, entre el rugir tempestuoso de las esferas, el eco de aquella primera música intocada aún por la discordia. Con la humildad del discípulo y la paciencia del orfebre, la artista tiende un puente simbólico sobre el abismo que separa el plano puramente espiritual e inaccesible del plano anímico, y desde este puente proyecta su travesía.
Ella es la viajera inmóvil que, envuelta en la sustancia sutil de sus visiones, levita sobre la piedra del Brahma. La Sibila Camagüeyana que descorre el Velo de Isis para asomarse al espejo de tres lóbulos donde no hay reflejo propio, sino el del devenir del Cosmos. Su obra es profecía y es juego metafórico donde, de una imagen a otra, se avanza siempre hacia un centro. Desde el huevo que engendra hasta la cruz que crece en árbol; desde la insistente posición fetal hasta la flor de doce pétalos, todo aquí conduce a la semilla increada.
Ni el círculo iniciático ni el rito secreto la seducen. Su iniciación es un conocimiento íntimo de lo sagrado que solo puede recibirse como Gracia: la experiencia mística. Su rito es el Amor encarnado en acto y palabra: la Misericordia. La meta de su peregrinación no es el escape, sino la contemplación fecundante, un dejarse llenar por la luz seminal que brota a chorros de las fisuras cósmicas para traducirla en imagen.

Mixta sobre cartulina. 43×34 cm
Así, la foto rasgada, la radiografía intervenida, el cartón crudo, los colgantes, la cuerda y la espiral alfabética se funden en una serie que abraza lo roto y lo imperfecto, lo estropeado y lo incompleto con el propósito de darles plenitud. Sus collages son kintsugi: no esconden ni disimulan la herida, sino que la revelan en toda su extensión, adornándola con una laca brillante de fuego y canto: como las cicatrices doradas que surcan toda la creación.
Herida de luz, cicatriz de magia, kintsugi ontológico que, junto a todo el universo, gime y sufre dolores de parto en espera de la Segunda Música, la que harán los coros de los Ainur después del fin de los días, y que será todavía más grande y espléndida que la primera porque todo será hecho nuevo y la creación renovada correrá al reencuentro con su Autor: el Mago de la Luz y la Vida.

Cartón, radiografía, lápiz, acrílico. 37×31 cm
Jenny Hernández Carbó (La Habana,1982). Artista visual y diseñadora. Licenciada en Educación Artística por el Instituto Superior Pedagógico José Martí de Camagüey (2005), y Graduada de la Academia Provincial de Artes Plásticas de Camagüey (2000).
Notas:
* Palabras al catálogo para la exposición personal Reencuentros del Mago. Septiembre-Octubre de 2024. Galería de Arte Universal Alejo Carpentier. Camagüey, Cuba.






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