Yoandy Cabrera

Como parte de la décima edición del Physical Theater Festival de Chicago, el grupo LaPercha Teatro, formado por actores de España e Israel, presentó la obra Marrano, a tale from the inquisition / Marrano, un cuento de la Inquisición en el Theater Wit de Chicago del 13 al 16 de julio de 2023. Las funciones del jueves 13 y el viernes 14 fueron en español y las del sábado 15 y el domingo 16, en inglés.

La obra parte del personaje ficcional Uriel, cuyos padres, de origen judío, lo criaron en Sevilla. La historia de marco es el proceso judicial, de tortura y confesión de Uriel a causa de la muerte del Sumo Inquisidor, Pedro de Arbués, en la Zaragoza del siglo XV, este último, un personaje histórico cuyo asesinato fue uno de los escándalos más grandes de la época y trajo como consecuencia una terrible represión contra la comunidad judía.

Portada del programa de mano

Cuando, en las clases de literatura e historia colonial y de los Siglos de Oro, se habla, por ejemplo, de los acontecimientos que tuvieron lugar en una fecha tan significativa como el año 1492, entre los hechos que se destacan están: el final de la Reconquista y el fin del Reino de Granada, último territorio peninsular controlado por los árabes; la publicación de la primera gramática de la lengua castellana, en cuya presentación, dirigida a la reina Isabel de Castilla, Antonio de Nebrija (su autor) declara que “siempre la lengua fue compañera del imperio”; la llegada de Colón a las Américas, así como la expulsión de árabes y judíos de la península. Por ello mismo, los árabes y judíos que quisieran mantenerse en territorio español eran obligados a renunciar a su cultura, religión y costumbres, y convertirse al cristianismo. 

Fueron, de ese modo, llamados “nuevos cristianos” o “conversos”. Sobre ellos siempre acechaba la sospecha de seguir practicando en secreto sus antiguos rituales y costumbres. Ese es el caso de la familia de Uriel: judeoconversos que (a escondidas y a pesar del terrible peligro de ser denunciados) seguían celebrando sus prácticas judías cada semana. Eran también llamados “marranos”, palabra posiblemente relacionada con un término árabe para denotar prohibición y, por ello mismo, comúnmente utilizada para referirse al cerdo, cuya carne tenían prohibida los judíos y musulmanes, de acuerdo a sus creencias. De manera despectiva, entonces, los judeoconversos eran llamados “perros” o “marranos”, un proceso de animalización hacia el diferente, típico de las ideologías que tienden a la exclusión y al rechazo del otro que, por desgracia, llega hasta nuestros días. Por tanto, “marrano” no es un nombre que uno se llame a sí mismo, sino que, como explica Alberto Moreiras:

El marrano nunca quiere estar ahí donde lo ponen, de una manera o de otra, ni antes ni después de la acusación, y esa especie de rebeldía silenciosa o previa es quizá lo que ha provocado mayores problemas políticos para nosotros, el simple hecho de no querer o de no poder dejarse atrapar en las redes de la hegemonía a cualquier nivel supongo que resulta muy desconcertante y sospechoso y acaba por hacerse intolerable. (49)

Los miembros de LaPercha Teatro presentan esta puesta como un “trabajo de creación colectiva”, pues entienden “la creación colectiva como [una] forma de pensar y hacer teatro”, según explican en su programa. Dicho proceso implicó un amplio trabajo de investigación. Se trata, literalmente, de un trabajo de archivo fabulado y llevado a escena. Moreiras ha relacionado ese hacerse cargo del archivo que caracteriza al proyecto de LaPercha con la actitud marrana, pues:

el registro marrano es el registro de nuestra relación con el archivo, de lo que llamábamos el archivo total de la lengua en su relación con el archivo total de las lenguas, es decir, con la totalidad geofilosófica. Instalarse en esa voluntad marrana es una forma de eludir las trampas del identitarismo pero también a la vez es una forma, política, de hacerse cargo de la tradición, del archivo. (47-48)

La agrupación, no obstante, aclara que no se trata de “un ejercicio de arqueología”. Este proyecto más bien es una práctica de lo que podríamos llamar “teatro de la memoria”: a partir de un escenario que recrea acontecimientos históricos (como puede ser el documento posible de una confesión ante la Santa Inquisición en el siglo XV, textos por otra parte tan comunes y presentes en los archivos de la colonia, tanto en Europa como en las Américas), se construye una historia. Al personaje se le permite recordar durante la narración de los hechos en su confesión y es ese recuerdo el que se vuelve presente en la escena. El teatro, también para LaPercha, es la posibilidad infinita de volver a empezar e incendiarlo todo otra vez, como en una especie de castigo órfico en el que la cavilación y la duda son más importantes que cualquier fácil conclusión apresurada. 

Hay mucho de ritual en el teatro desde sus orígenes. Y esta obra, al crear oposiciones y vínculos entre cantos en hebreo y latín, por ejemplo, nos lo recuerda. El ritual, además, se fusiona con el ritmo, el movimiento y la música, algo que exploran de forma dinámica y continua los actores de la puesta: en una representación con una escenografía minimalista, muchos de los objetos de la zapatería y el entorno doméstico son imaginarios y se evocan a partir del trabajo gestual y mímico. Los cinco actores de la pieza interpretan a más de veinte personajes, a la vez que reproducen “en directo los sonidos de la acción mimada creando una atmósfera continua.” Todo ello nos entrega un ejercicio de la memoria en que las transiciones, los cantos en directo, la banda sonora, los continuos cambios de personajes, los frecuentes saltos temporales y espaciales que van y vuelven de Sevilla a Zaragoza y de la adultez a la infancia, las intensas y opuestas emociones representadas tributan y convergen con la historia escenificada que, introducida por el narrador-mimador, nos adentra en lo más hermoso y violento del comportamiento humano: desde la posibilidad milagrosa de crear y dar vida hasta el acto despiadado de quitarla.

En una pieza en que es fluida y continua la interconexión entre un actor que mimifica la reparación de un par de zapatos y otro que reproduce el sonido del zapato y las máquinas, a su vez, hay tres momentos fundamentales de clímax que coinciden con las agonías representadas: la de los padres de Uriel, la del Sumo Inquisidor (Pedro de Arbués), y la de Uriel mismo al cierre de la obra. Es la muerte también, a través de esos clímax, la que iguala a condenados e inquisidores, la que les devuelve, a través de la sangre y el fuego, su condición exactamente humana.  

No fui el único de los espectadores que, terminada la función del domingo 16 de julio, se acercó al elenco a preguntar más sobre el proceso de investigación y creación colectiva, sobre ese hacerse cargo del archivo que los acerca al marranismo, así como sobre el modo en que decidieron entremezclar personajes ficcionales con figuras históricas de la cambiante y convulsa España de finales del siglo XV.

El martirio de San Pedro de Arbués, de Esteban Murillo, San Petersburgo, Museo del Ermitage

Uno escucha los argumentos de la Santa Inquisición a lo largo de la obra propuesta por LaPercha Teatro e inmediatamente ve la relación actual con regímenes dictatoriales como Cuba y Nicaragua, así como con políticos e ideologías de cualquier color con tendencias totalitarias y excluyentes que, con peligrosa cautela, se aprovechan de la flexibilidad del sitema democrático, para ir colando sus ideas discriminatorias. Los sistemas de vigilancia para saber lo que hace el vecino (todavía funcionando en países como Cuba); las denuncias contra los que no cumplen lo que exige el poder ideológico; “la animalización como un proceso de cierre comunitario basado en una identidad” (García Ureña V); las cancelaciones de libros y obras teatrales (incluso, en países democráticos, como ha sucedido recientemente en España por parte del partido español Vox, que ha censurado obras de Lope de Vega y Virginia Woolf por asuntos ideológicos); la expulsión de ciudadanos de sus países y la decisión de ciertos dirigentes para retirar la nacionalidad a cientos de personas, entre las que se cuentan la poeta Gioconda Belli y el escritor Sergio Ramírez, en el caso de Nicaragua; todos estos ejemplos son evidencias de que las libertades y los derechos humanos están constantemente en peligro y que las posturas inquisitoriales no son cosa exclusiva de los siglos XV y XVI. Vivimos, a diario, la amenaza inquisitorial, parece recordarnos esta pieza. La agrupación teatral, por su parte, explica en su programa para esta obra que:

Creemos que es un momento propicio para hablar de los marranos, una minoría perseguida por la inquisición, en un momento en el que son muy frecuentes los discursos de odio contra las minorías.

[…]

Este es uno de los muchos cuentos que traen a la luz la tragedia del fanatismo religioso, la crisis de identidad, el odio ciego y cómo la violencia solo conduce a más violencia.

Emociona ver cómo, poco a poco y luego de los años más duros de pandemia, el teatro vuelve a la ciudad de Chicago, ojalá que cada vez con más fuerza y con puestas como la de LaPercha Teatro en que la acción termina ahogando cualquier asomo de didactismo aleccionador. Más que responder, como se espera del buen teatro, esta obra invita a seguir preguntando: ¿Puede haber, en una institución totalitaria y enferma, alguien que quiera hacer las cosas de manera justa? ¿Hasta dónde nos puede llevar la violencia y la incomunicación? A causa de esa violencia extendida, ¿cuánto se reproduce del inquisidor en la víctima y cuánto puede haber de víctima en el inquisidor?

***

(Las próximas presentaciones de la obra Marrano, un cuento de la Inquisición por LaPercha Teatro serán en el estado de Massachusetts. Para más información, pueden seguir al grupo en su perfil de Facebook)

Obras citadas:

– García Ureña, Guillermo. Bestiario mínimo: animalidad, humanidad y domesticación en los inicios de la Edad Moderna en la monarquía hispánica. Doctoral dissertation, Texas A&M University, 2018.

– Moreiras, Alberto. Marranismo e inscripción, o el abandono de la conciencia desdichada. Escolar y Mayo Editores, 2016.

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