Salto de fe

Yanelys Núñez Leyva

Superado el deadline, me apuro para entregar algunas frases decentes. Sé que no serán completamente sinceras porque ha crecido en mí la semilla de la paranoia y la seguridad del estado cubana lee todo lo que publicamos. No quiero que ellos sepan cómo me siento. Ni por qué me fui. Ni cuáles son mis miedos. Solo quisiera que conocieran de mi total aborrecimiento.

Trato de escribir sobre esos (últimos) días y desespero. Me digo que es el calor de Madrid, que no he tenido tiempo para reflexionar, que no he leído algo motivador.

Limpio la habitación que alquilo en el Barrio de la Concepción. Me tumbo en el suelo para coger el fresquito, como si estuviese en mi casa. ¿Cuál casa? Pienso en la saudade de la mexicana Valeria Luiselli y me maldigo por no haberme quedado con el ejemplar de Miguel. Por suerte compartí este fragmento en mi Instagran:

(…) la enfermedad: tristeza, llanto, tensión, dolor de cabeza y pecho, insomnio, fatiga y alucinaciones. Los remedios: psiquiatras y fármacos. Ya existe en Barcelona un equipo de médicos tratando a los simpapeles trastornados. ¿Cuántas pastillas van a vender hasta que se descubra que el síndrome de Ulises no se cura con medicinas? Cuántos años para que se sepa que el dolor en el pecho no era más que una saudade, un poco de nostalgia, un exceso de bilis negra.

Como apresuradamente todo lo que hay en el refrigerador. Me digo que este calor me agota, y que por eso no escribo. Pero es mentira. Temo escribir o hablar sobre mi vínculo personal con Cuba. He perdido la confianza. Creo que por eso me fui, para tratar de recuperar la confianza y la fe en mí y en todos.

I

Ahora que lo pienso, esas últimas fechas fueron muy intensas, habían pasado los momentos más fuertes de la protesta contra el Decreto 349. Nos habían acosado, golpeado, secuestrado, intervenido nuestros teléfonos. Nos habían amenazado y nos habían puesto los uniformes de presxs comunes.

Nosotrxs habíamos hecho conciertos, meditaciones públicas, recitales de poesía, un juego de fútbol, una galería virtual de imágenes. Habíamos entregado a nivel legal, un recurso de queja que nunca fue respondido por la Asamblea del Poder Popular o la Oficina de Atención a la Ciudadanía, o el Ministerio de Cultura.

Por hacer hasta nos habíamos embarrado de mierda frente al Capitolio Nacional.

La autora, tras cubrir su cuerpo con excrementos frente al Capitolio de La Habana en julio de 2018, como protesta por los nuevos controles sobre la difusión cultural a través del Decreto 349. Foto tomada de su cuenta de Facebook.

Para enero, ya Alpidio Alonso había salido en la mesa redonda de la televisión cubana diciendo que el Decreto 349 no se aplicaría a aquellos espacios que no estuviesen amparados legalmente (dígase galerías independientes), y que se redactarían “normas complementarias” (que aún esperamos) para que se entendiese mejor el campo de acción del injustificable Decreto. No estábamos contentxs pues queríamos su inmediata derogación, pero al menos dimos la batalla. Todxs lxs que participamos en ella estábamos muy cansadxs, ojerosxs, excitadxs. La campaña había tomado resonancia fuera de Cuba: Amnistía Internacional, Tate Modern, Fondo Príncipe Claus, entre otros periódicos e instituciones que ahora me cuesta recordar, se habían pronunciado públicamente en solidaridad con lxs artistas de la isla.

Ahora comienzan un poco las lagunas en la memoria. Está el Jazz Plaza y muchos, incontables cubalibres. Está Magela, y Gilles, y Francesc y Nico en medio de una Habana nocturna de la que yo trataba de enajenarme. Está mi amor por Luis y mi luto por nuestra separación.

Aparece la montaña mágica de Ariel Ruiz Urquiola en Pinar del Río; y mi inquietud por no haber conocido antes todo lo bello que es el paisaje cubano. Si nombro a personas sin comentar quiénes son, es porque esos rostros están en mi cabeza grabados aunque no fueran los últimos que viese.

Llega el instante en que me abandoné a un nuevo amor, ocasional, pero tan desordenado como el de Carilda. Y en medio de esos flashazos también me llega la brisa del malecón, y la playa y un atípico calor de inicio de año. Está el meteorito que cayó en Viñales y que ahora pensando en él me saca una sonrisa por lo bizarra de la situación. Y está el repentino tornado de enero de 2019 que se ensañó con Guanabacoa, Diez de Octubre, San Miguel del Padrón, Habana del Este y Regla.  

Además, ahora recuerdo que fue por estas fechas en la que abracé la mano de Orula. Yo tan feliz con mi idde de cuentas verdes y amarillas.

II

“Regreso en 19 días”, así le dije a mi madre al despedirme en el vestíbulo de mi edificio. Llevaba la maleta de siempre. La cantidad exacta de ropa, dos libros de mano (Cabrera Infante y José Kozer) ningún documento de estudios certificado. Iba a un curso de poco tiempo y no había pasado por mi cabeza el no regresar.

Días antes mi madre y yo habíamos discutido, así que la despedida fue corta, sin muchos besos. La Seguridad del Estado había ido a su trabajo y la estuvo presionando para que “hiciera algo conmigo”. No sé qué le dijeron. Solo sé que la pusieron muy nerviosa. De momento las visitas a mi casa de amigxs activistas quedaban suspendidas. Mi derecho a reunión quedada coartado… por segunda vez. Yo no entendía la posición de mi madre. Me había educado desde una dignidad y un orgullo hiperbólicos; y ahora me decía que tenía miedo, que no podía soportar otra detención mía, que yo estaba siendo manipulada. Mi cabeza explotaba de impotencia, pero tenía la certeza de que no podía ceder.

III

Cuando el poeta y performer Amaury Pacheco supo que me quedaría en España, me dijo que yo había hecho un acto de fe. En ese momento no lo entendí, había muchos nervios, incertidumbres e inseguridades. Al cabo de un año, tampoco tengo mucha idea de lo que significa. “Me quedé”, “me piré”, “deserté”, “me exilié”, “emigré”, “di el portazo de Nora”… ¿Cómo nombrar ese gesto? Somos tantxs que ya debería haber algo que nos identifique. Una plaquita conmemorativa al menos. Somos tantxs que ya no deberían existir equivocaciones sobre lo que pasa en Cuba.

La buena activista y artista Lía Villares dice en una entrevista de 2019 que ella se siente expulsada de su país [1]. Y ante la pregunta: “¿Manejas la opción de repatriarte?”, el también artista cubano Juan Sí González bruscamente responde: “Estás loco, man, cómo coño voy a repatriarme ahora; ni pensarlo, ni muerto quisiera regresar al lugar donde fui despreciado.”[2]

Por otro lado Cabrera Infante en una entrevista afirma: “Un solo hombre libre hay en Cuba. Como no pueden haber dos, escogí el exilio. No escogí la libertad, sino que rechacé la libertad absoluta (y por tanto, opresiva) del otro.”[3]

Yo realmente aún no me puedo explicar muchas cosas. Hay demasiadas experiencias que atraviesan mi decisión y creo que me he quedado un poco sin palabras. Si trato de describir los últimos momentos en Cuba, estos fueron de ahogo y de enfado. En picada.

Madrid, 9 de julio de 2020


Notas:

[1]     https://www.arbolinvertido.com/entrevistas/lia-villares-me-siento-expulsada-de-mi-pais

[2]     https://www.hypermediamagazine.com/dosieres-hm/las-formas-de-la-violencia/juan-si-gonzalez/

[3]     https://in-cubadora.org/2016/07/29/guillermo-cabrera-infante-%C2%B7el-comunismo-no-es-mas-que-el-fascismo-del-pobre%C2%B7/

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